Corría allá por el año 1997, cuando los ojos de un entonces joven servidor se iluminaban por la paleta de colores que ofrecía el mítico Rey León de la Sega Megadrive. Más tarde, llegaría en forma de regalo el Dynamite Headdy. Por aquel entonces no era consciente de lo que jugaba, ni tan siquiera puedo asegurar que supiera sostener el mando correctamente. No es el mejor recuerdo que tengo de aquellos videojuegos, pero sí el que sembró la semilla. Como el niño que ve llover por primera vez, esa sensación…
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