Clair Obscur: Expedition 33, más que el GOTY de 2025

Expedition 33

Pocas veces en nuestra vida terminamos algo y nos quedamos vacíos, rotos, confusos y, al mismo tiempo, satisfechos y felices. Es una sensación difícil de describir, porque une luces con sombras. Eso es lo que me ha ocurrido con Clair Obscur: Expedition 33. Y esa capacidad para influir en las emociones de una persona como un vendaval es lo que, para mí, es el arte. Expedition 33 es arte.

Podría hablar de lo bien escritos que están sus personajes, de la magnificencia de su música, de su majestuoso estilo visual, de la danza que envuelve a su combate o de su desgarradoramente íntima historia. Podría hacerlo, pero eso jamás le haría justicia a esta obra de arte. Ningún verso sería suficiente.

Expedition 33 es dolorosamente magnético

Mi experiencia con Expedition 33 tiene, irónicamente, claroscuros. En más de una ocasión acabé frustrado, con ganas de dejar el mando en la mesa y abandonar la pintura para siempre, preguntándome por qué había un pico de dificultad así, de repente, que me empujaba a querer bajarla en un nivel. ¿Soy yo quien está fuera de ritmo o ha habido un cambio repentino de compás? Gustave y Sophie lo sabrían, pero yo simplemente me frustraba. Qué bueno que no dejé a medias este juego en esas ocasiones. Y qué bien que me deleité con cada detalle de su mundo antes de dejar de mirar la pintura; Me habría perdido algo tan profundamente bello como la luna en el cielo. ¿Y sabéis por qué no lo dejé? Porque Lumière no me lo permitió.

Desde su prólogo hasta la decisión final del Acto III, Expedition 33 es dolorosamente magnético. Nunca esperé estar enamorado de Sophie, hablar hasta la madrugada con Lune, conectar tan íntimamente con Sciel, compartir la esperanza de Gustave, ni tampoco el dolor de Maelle y Verso, ni mucho menos sacar mi niño interior con Esquie y Monoco. Tampoco esperé entender a Renoir ni querer tenderle una mano a Clea. No esperaba, desde luego, dar las gracias a las Expediciones, 54, 34 y 70, y ni de lejos admirar a la 60. Pero, sobre todo, no esperaba sentir ansiedad al ver a alguien a punto de tocar el piano, o sonreír con lágrimas en los ojos al ver a una familia reunida en su jardín. Pero todo eso ocurrió, y ocurrió porque estaba jugando.

Clair Obscur: Expedition 33 no es perfecto. Y qué bueno que no lo es. ¿Qué sería de un cuadro sin una sola imperfección, sin un toque propio del autor, sin alma? Perdería todo su encanto. Y no me malinterpretéis, que no sea perfecto no quiere decir que no sea sublime, dejémoslo claro. Pero lo mejor de este cuadro es que no lo ha pintado el artista oficial de la corte con todos sus recursos y ciñéndose a sus normas; Lo ha pintado un soñador pintor en su taller de la villa. En una industria del videojuego donde los desarrollos son cada vez más largos, caros y sin vida, Sandfall Interactive, con ilusión y menos presupuesto, nos han dado uno de los productos con más impronta de nuestro tiempo.

Clair Obscur: Expedition 33 es más que mi GOTY

Lo dije al inicio y lo digo ahora: Clair Obscur: Expedition 33 es mi juego del año. No por capacidades técnicas ni por su pulido, sino porque cumple con el que debería ser el objetivo de todo videojuego: Conseguir que, al menos yo, un jugador, no vaya a olvidarlo jamás. Voy más allá, Clair Obscur: Expedition 33 es el espejo en que muchos deberían mirarse, el cuadro que debería inspirar a nuevos artistas; Una obra realizada con amor y pasión, personal, con identidad propia y con impacto en el jugador.

Siempre he razonado -y si escucháis nuestros podcasts podréis comprobarlo- que, para mí, el juego del año (GOTY) es aquel que impulsa la industria del videojuego más allá de sí misma, aquel que aporta algo nuevo. Me equivoqué, y lo matizo. El juego del año es aquel que impulsa no la industria, sino el arte que son los videojuegos al siguiente nivel, que resuena como ningún otro y que abre un nuevo camino, que crea una nueva fórmula o corriente.

Ojalá antes de que acabe este 2025 aparezca un caso que me haga contradecirme, pero, a día de hoy, el único en conseguir todo ello es, sin ningún tipo de dudas, Clair Obscur: Expedition 33, la punta de lanza de los videojuegos como arte en la actualidad, la expedición que muestra el camino a los que vendrán.

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